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Días de niebla



Autor: Adrien Yuls
Ranking en Amazon: #154165 (ayer: #149841)
Páginas: 252

Descripción:
El descuido de una adolescente lleva a toda su familia a vivir la peor de sus pesadillas. Gud Haraldsen, un hombre tan audaz como asocial, tiene la labor de devolver la normalidad a sus vidas. Con el tiempo en su contra, deberá combatir contra sus más profundos sentimientos y enfrentarse a un ser antinatural, despiadado y sediento de sangre.

RESEÑAS

Pero la gélida sensación continuó extendiéndose ajena a sus súplicas. El abdomen se le congestionó. La presión que sentía en el pecho fue tal que cortó su respiración. Estiró el cuello, tratando de coger aire, pero le fue imposible. El pecho se le volvió pesado, como si unos brazos presionasen sobre sus pulmones. Cogió la tela del escote y la abrió. A tientas, removió sus manos contra el pecho buscando aquello que la apresaba. Necesitaba liberarse. La asfixia podía cada vez más con su ánimo, y de sus labios solo conseguía liberar exiguos ronquidos guturales.

Hans cerró la puerta tras de sí mientras las sirenas comenzaban a acercarse. Ivanka aceleró el paso con una Lidia inquieta que se removía en sus brazos. El olor a humo se hacía más penetrante y áspero conforme se acercaban a casa de Hilda. Las intermitentes luces de los vehículos de emergencia reflejaban los rostros de asombro de los vecinos asomados en sus pisos. A lo lejos, en el cruce de la calle Heraldo con la de la Fábrica, vieron a un agente de la policía local colocando la señalización para acordonar la zona. Cuando pasaron por delante del bar de Jairo vieron de dónde salía el humo.

El frío pareció cristalizarse cuando entró en contacto con su piel. La oscura densidad que le tapaba los dedos comenzaba coger volumen hasta acercarse a sus tobillos. Alzó el pie derecho, y pudo notar el cambio de temperatura. Con la mano soportando el cuello de su camiseta sobre la nariz, abrió del todo la puerta.
La camiseta se escurrió de sus dedos, dejando al descubierto la boca. Dio un paso atrás, pero no pudo moverse más. Se había quedado paralizado, con los ojos amenazando con salirse de las cuencas y sus facciones congestionadas. Sus ojos no podían estar recibiendo aquella imagen. Su hija no podía ser aquello.

Recogió los trozos y se los metió en el bolsillo. Tenía que saber dónde se encontraba su abuela. Cogió el móvil y la llamó. Su cuerpo se estremeció, cuando su tono sonó detrás de la puerta abierta del estudio.
La melodía sonaba mientras él se levantaba. Solo tuvo que dar un paso al frente, para que, con el cambio de ángulo, apareciera una mano, quieta, detrás de la hoja de la puerta.

Entraron en el portal y subieron veloces hasta el piso. Al abrir, el hedor les dio una bofetada en la cara. Sara tuvo que dar un paso atrás tapándose la nariz. Sin embargo, Gud entró rápido, con la caja en la mano esperando encontrarse allí mismo con él. Se presentó en el comedor.
Sara apareció detrás con las manos aún en la boca, y al detenerse tuvo que apagar un grito. Sus ojos habían seguido la dirección de los de Gud, que se habían fijado en el sofá.

La oscura niebla reaccionó condensándose aún más, sin embargo, observó que se mantenía alejada de sus pies, envolviéndole a cierta distancia. Se detuvo. Lo tenía allí, no era el momento de adentrarse más. La densa y oscura materia fue alzándose lentamente frente a él, en una columna que le superaba en altura. Aunque estaba impresionado, no le tembló el pulso, y mantuvo el Disseil aferrado con firmeza en su mano. La columna se alejó de Gud.





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