Autor:
Jimmy Quiñones
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(ayer: #876049)
Páginas: 49
Descripción:
Oriòn Rostek dormiò; habìa cerrado los ojos por un momento pero el cansancio lo venciò. Despertò con el sonido del agua en movimiento en la habitaciòn contigua. La esponja goteando lentamente en el piso lo invitò. Alana, todavìa mojada, buscaba como secarse cuando el entrò en la habitaciòn. Tomò la vieja y dèsteñida toalla que a ella le gustaba, y suavemente le secò la espalda. Ella suspiraba lentamente. Una sonrisa le iluminò el rostro. El viò las gotas de agua en su piel y le besò el hombro derecho refrescando su boca con el agua fresca. El olor de su pelo recièn lavado le intoxicaba. La humedad del bosque y el sonido de las hojas en movimiento entraban al lugar.
La brisa levantaba tambièn las cortinas que adornaban la habitaciòn y que servìan para separar los dos pequeños ambientes de la cabaña.
Lentamente le besò el cuello, ella, electrificada, cerrò los ojos y girò su cara para besarle en la medida que presionaba sus pechos al cuerpo de su amante. Nada penetraba entre los dos cuerpos. Estaban solos, escondidos y seguros en el lugar que los acogìa en complicidad cada semana. Las caricias que ya se habìan dado un rato antes,no habìan sido suficientes. Sus cuerpos pedìan mas.
Allì mismo se devoraron mutuamente besàndose cada pulgada de piel. Se exploraron con toda intensidad, cada curva, cada esquina, cada hueco, hasta que exhaustos y sin fuerzas, quedaron en silencio en un prolongado abrazo. Luego regresaron a la piel de oso en el piso. Ella odìaba la cama, el lo sabìa.
La mañana caminaba hacia la tarde. Tenìan tiempo todavìa para dormir un poco mas y en un estrecho abrazo quedaron profundamente dormidos. Las horas caminaron y la tarde se hizo noche.
Alana, despertando lentamente, entreabriò los ojos al sentir un extraño mareo y un olor peculiar que ya conocìa. Su corazòn se acelerò al notar las horas que habìan pasado sin darse cuenta y al levantar la cabeza, a la luz de la luna que iluminaba la habitaciòn, viò con horror a Onisesa arrodillado frente a ella. La expresiòn de su cara con sus mùsculos contraìdos era aterradora.
La miraba fijamente apretando con furia las mandìbulas como lo hacìa frente a sus enemigos en batalla. Ella conocìa esa mirada y se imaginò por un momento lo que venìa.
Onisesa levantò su brazo derecho, Alana viò brillar el filo del largo cuchillo cuando la luna lo revelò y..
