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El Fariseo (Parte 1 de 3 de la Serie El Fariseo): Una ficción histórica basada en la vida de Saulo de Tarso




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Páginas: S/D

Descripción:
¿Quién es Saulo de Tarso? ¿Dónde radica el secreto de su influencia?

Aquí un extracto del prólogo:

Jerusalén, año 168 a.C.
?¡La sangre! ?vociferó el invasor?. Rocía la sangre sobre el altar ?gritó eufórico Antíoco ante la brutal escena que desfilaba delante de sus ojos.
El cielo aparecía grisáceo y encapotado, como preparando lágrimas célicas para plañir por los hijos de Israel. Los soldados habían conseguido capturar a más de trescientos cerdos y, ante la mirada horrorizada de los sacerdotes judíos, los habían sacrificado sobre el altar del templo.
?Pero señor, los judíos no tolerarán esta profanación ?intentó persuadirlo uno de sus más allegados generales?, para ellos el cerdo es un animal impuro, ni siquiera se atreven a tocarlo. La ley judía lo prohíbe.
?Obedece a tu rey y haz lo que te digo ?sentenció enfático el monarca?. Es más, para purificar la sangre de los cerdos y no ofenderlos demasiado ?reflexionó Antíoco por un momento?, decapita a algunos de los sacerdotes y mezcla su sangre con la de los animales, así se santificará.
El soldado se apresuró a cumplir con la orden que había recibido mientras el rey se deleitaba en la masacre que había desatado en la ciudad de Jerusalén. Sus ojos brillaban con el fulgor de aquel que se sabe dueño y señor sobre la vida y la muerte de sus súbditos.
?Señor, ya está hecho ?dijo un soldado mientras interrumpía sus pensamientos?. Los sacerdotes no paran de gritar, están como locos.
?Bien ?exclamó satisfecho Antíoco?, ahora oblígalos a comer la carne de los cerdos sacrificados. Si alguien se niega, mátalos como los perros que son.
?En seguida.
?Espera ?prosiguió el monarca sirio?, quiero una estatua de Zeus en la cámara interior del templo ?dijo el rey burlonamente?, creo que el pueblo necesita un nuevo dios. También haz pregonar a oídos de estos perros que, desde el día de hoy, la práctica del judaísmo queda prohibida, so pena de perder la cabeza.
?Como usted ordene mi señor.
La escena era penosamente desgarradora. Los cadáveres tendidos sobre las calles eran despedazados por los cascos de los caballos que, resoplando muerte por sus narices, corrían a todo galope para decidir el destino de aquel pueblo. El llanto y el lamento abarrotaban el aire enrarecido por la sangre fresca de hombres, mujeres y niños.
Después de salir el hombre para cumplir con las órdenes reales, Antíoco decidió acudir al templo para disfrutar del macabro espectáculo personalmente. Su mente acariciaba la idea de contemplar la obra maestra de dolor que había creado, tal como lo haría un artista en el súmmum de su inspiración. Al llegar al majestuoso edificio, el rey encontró a una mujer viuda, junto con sus tres hijos, rodeada por varios soldados, quienes les gritaban de manera desaforada.
?Cómete el cerdo ?gritó el oficial de más alto rango a la mujer.
?Jamás ?contestó ella?. Prefiero morir antes que violar la ley de mi Dios y comer un alimento impuro.
?Que se haga como tú quieres, perra judía ?interrumpió complacido el sanguinario monarca?. Córtenles la lengua y despelléjenlos a todos ?ordenó el rey a la compañía?, no sin antes cortarles también las manos y los pies.
En el acto, la compañía de soldados tomó a la mujer y a sus hijos, arrojándolos en el suelo y atándolos. La mujer, visiblemente angustiada, clamaba por un poco de misericordia y compasión de parte de los enemigos de su pueblo. Silencio absoluto. La mirada implacable y penetrante del rey la había ya sentenciado irrevocablemente.
?Por favor, se lo suplico ?imploró ella lastimosamente, con un dejo de resignación.
?Además?agregó Antíoco?, para demostrar la gentileza siria a nuestros amados súbditos judíos ?dijo con un atisbo de sonrisa?, quemen vivos a los muchachos, uno por uno, a la vista de su madre.
La orden se ejecutó de inmediato y sin titubeos ante el rostro satisfecho del rey. Nada le producía mayor placer que negar las solicitudes de misericordia que realizaban los débiles en sus últimos minutos de vida. (FIN D





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