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El inspirador mejorado, Parte 1 de 4



Autor: J. K. Vélez
Ranking en Amazon: #1143347 (ayer: #1143254)
Páginas: 47

Descripción:
Esperé un rato. Echaba en falta el móvil. Lo usaba como reloj. Escruté a través de las amplias cristaleras las desconchadas paredes del local y no distinguí reloj alguno. Me dije que si no aparecía el tal Mateo Gattari antes de que pasaran tres taxis por las avenidas, me marcharía a casa.

Tardé bastante en ver pasar mi primer taxi, a treinta por hora, buscando clientes. Yo iba cambiando el peso de una pierna a la otra. El desconocido me había citado en la puerta, por lo que entrar a tomarme una cerveza quedaba de momento descartado. No bebería tranquilo, vigilando a cada instante quién llegaba. Y, si al volver a casa, Lucía percibía el alcohol en mi aliento, aún sería más difícil darle una explicación satisfactoria.

Mi segundo taxi tardó menos en enseñar el hocico. Pasó embalado cuando el semáforo de su carril acababa de ponerse en rojo. Llevaba encendido el cartel de ocupado. Me pregunté si debía cambiar mi cronómetro taxista. ¿Qué tenían que pasar, tres taxis libres o tres ocupados? ¿O tres en total?

El tercer taxi me sacó de dudas.

Mateo Gattari se apeó del vehículo tras pagar la tarifa y soltarle al incrédulo taxista un billete de cien euros de propina.

El desconocido proclamaba una incipiente calvicie, exhibía una piel blanca como la harina, ostentaba algún kilo de más, aparentaba unos cuarenta mal llevados, portaba un lustroso maletín negro presumiblemente lleno de pasta y soportaba, el puente de su nariz, unas enormes gafas de sol.

A las cuatro y tres taxis de la mañana.




Capítulo I: Gattari




Gattari parecía nervioso. Miró varias veces a ambos lados de la calle, como si esperara un encuentro sumamente desagradable o lo acechara algún inminente peligro. Cuando decidió que nadie lo había seguido, se fijó en mí.

? ¿Alejandro?

Tragué saliva e hice un gesto afirmativo. No podía quitarme de la cabeza aquel billete de cien euros en las manos del sorprendido taxista.

Gattari me cogió del brazo y literalmente me arrastró dentro del establecimiento. Buscó una mesa en un rincón alejado del bullicio y se sentó, dando por sentado que yo también lo haría. Yo también lo hice.

? Sólo para que no haya confusiones. ¿Es usted Mateo Gattari? ?pregunté, aún apabullado por el deseo de ser taxista.

? El mismo que viste y calza.

? Y que lleva gafas de sol...

? Y su futuro en la maleta.

? ¿Mi futuro?

? ¿El de quién, si no?

? Pues? no estoy seguro.

? ¡Camarero!

Mientras esperábamos a que nos atendieran, Gattari me escudriñó atentamente, o eso me pareció. No puedo estar seguro de hacia donde dirigía los ojos. Con aquellas gafas oscuras podía estar bizco, ciego o tuerto. Podía tener un ojo de cristal. Incluso podía llevar cinco piercings en cada ceja. El señor Gattari siguió sin quitarse sus enormes gafas de sol pese al discreto comentario que sobre las mismas había salido por mi boca.

? ¿Cuántos años tiene, Alejandro?

? Veintiocho. Pero puede llamarme Alex, si no le importa ?le pedí.

? Veintiocho... ¿Ya han pasado cinco años? Increíble, increíble?





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