Autor:
Julio F. Brun
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Páginas: 146
Descripción:
Existe un país, rodeado de altas montañas por su lado de levante y de un mar cálido y tranquilo por el lado de poniente, cuyos apacibles moradores gozan de los más bellos paisajes jamás descritos sobre la faz de la tierra. En él no rigen las leyes de la física, o al menos no se manifiestan con tanto rigor como lo hacen en otros países. Quizá esa sea la causa por la que muchos días, sobre todo en otoño, el sol se demore tanto en el ocaso que permite contemplar las más espectaculares puestas de sol de todo el planeta. Allí, el tiempo fluye tan lento como el agua de un arroyo rumoroso. Es un susurro al que estás tan acostumbrado que jamás percibes, a no ser que deliberadamente te detengas a contemplarlo.
Cuentan que son muchos los viajeros que, en su continuo errar por el mundo, cruzan sus fronteras sin advertirlo, enloquecen, y ya no son capaces de encontrar el camino de vuelta. Pero no es verdad, lo dicen muertos de envidia quienes no consiguen entrar en él. Claro que pueden encontrar el camino de vuelta, lo que pasa es que no lo buscan. Nadie en su sano juicio lo haría.
Ni loco.
